Mg. Eglis Gaínza.
Toda cultura desarrolla sus propios “enemigos del aprendizaje”, enemigos que son enormemente poderosos, sobre todo porque son invisibles para aquellos que los sufren.
Hemos visto a miles de estudiantes en nuestros cursos experimentar no sólo un incremento en su capacidad de aprender sino además redescubrir su pasión por ello y la alegría de hacerlo. No sólo perdieron el miedo a aprender, sino que agrandaron las fronteras de lo que les es posible aprender. Podríamos decir que se enamoraron de las posibilidades que surgieron cuando reconocieron a esos enemigos y “los vencieron”. La tarea tomó algún tiempo, por supuesto, pero dio frutos que hicieron de esa inversión una de las más productivas de sus vidas.
Hemos constatado también que esto mismo se ha dado en organizaciones con las que hemos trabajado, desarrollando lo que hemos llamado “las organizaciones aprendientes”.
Por todo esto, demos una mirada a algunos de esos “enemigos”, particularmente los que consideramos más relevantes en nuestra cultura.
- Incapacidad de admitir que no sabemos
Por un lado, hay personas que, a menudo, no ven lo nuevo como nuevo. Más bien, lo ven como más de lo viejo, como algo que ya conocen. Su principal declaración es, “yo ya lo sé”. ¿Cuán a menudo nos hemos visto reaccionar diciendo “sé de lo que se trata”, sólo para darnos cuenta más tarde que no teníamos las más vaga noción de lo que estaba sucediendo?
El principal obstáculo para aprender cuando declaramos “yo ya lo sé” es nuestra resistencia a abandonar nuestros supuestos. Dondequiera que estemos o cualquiera sea nuestro nivel de comprensión, tenemos la capacidad para encontrar caminos que le den sentido a nuestra existencia.
- Dado como soy, no puedo aprender eso
Por otra parte, la gente también se cierra a aprender cuando al ver lo nuevo como nuevo, plantean, “nunca podría aprender esto”. Detrás de esta frase pueden haber diferentes historias. Algunos dirían “no soy lo suficientemente hábil para conocer esto” o “esto es muy complicado para mí”, etc. Podríamos llegar a tener una lista interminable de razones para decir, “dado la persona que soy no puedo aprender esto”. El nuevo dominio de acción que se le muestre a esas personas no les parece asequible. En cierto sentido, lo nuevo inhibe a la persona, parece estar más allá de su alcance.
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- El fenómeno de la ceguera cognitiva
Uno de los principales obstáculos para el aprendizaje se debe al hecho de que normalmente no sabemos que no sabemos. A este fenómeno lo llamamos ceguera cognitiva. La gente que no conoce algo no vive como si tuviera un vacío que está esperando ser llenado. Actuamos, organizamos nuestras vidas y nos damos un sentido a nosotros mismos y al mundo a partir de las distinciones, historias y competencias que poseemos. No de las que no tenemos. Normalmente, no tenemos la más mínima idea de la existencia de vastos dominios del conocimiento que puedan existir y estar disponibles para otros. Ciertamente, no tenemos idea de aquellos dominios del conocimiento que actualmente están siendo inventados.
Si no aceptamos que no sabemos, el aprendizaje no puede ocurrir. No se produciría la apertura necesaria para hacer posible el aprendizaje. Cuando no sabemos que no sabemos, el espacio para el aprendizaje no está disponible y bien podríamos perder muchas oportunidades para ampliar nuestros conocimientos.
- Querer tenerlo todo claro todo el tiempo
Hay quienes han desarrollado ansiedad por tener todo claro permanentemente.Cualquier momento de confusión, de duda, de preguntas, es evitado a toda costa. No han aprendido emocionalmente a vivir las incertidumbres y oscuridades del camino. Como resultado se alejan de las preguntas, se atrincheran en sus respuestas e impiden comenzar sus procesos de aprendizaje. No admiten que para llegar a saber pasamos por el no saber y que para llegar a la luz hay trechos de oscuridad.
Cualquier pregunta que enfrentan viene acompañada de un desenfrenado deseo de respuestas, terminando por evitar las preguntas mismas, privándose así de pensar y, obviamente, de aprender.
Quienes son presas de este enemigo harán cualquier cosa por evitar declarar sus quiebres, pretenderán que todo está bien hasta que el edificio entero se venga abajo. No es extraño que vivan momentos de depresión y que tengan dificultades de escuchar algo nuevo. La depresión es la suma de oscuridades no aceptadas y lo nuevo es una amenaza de posibles “faltas de claridad”.
- No asignarle prioridad al aprendizaje (“no tengo tiempo”)
Si existe un enemigo del aprendizaje hiperdesarrollado en nuestro tiempo, es este. La excusa es no tengo tiempo. El mundo no me deja aprender. Soy víctima de la vorágine cotidiana. Jamás nos lo planteamos como un problema de asignación de prioridades, porque en ese caso lo tendríamos que admitir como responsabilidad propia. Curiosamente, una vez admitido como un problema de elección, de prioridades, “aparece el tiempo”, o mejor dicho, le damos tiempo a los procesos de aprendizaje.
Dos tendencias sociales muy agudas de esta época están en la raíz de esta barrera poderosa: una es el “trabajolismo”, con el alto prestigio social que conlleva el estar muy ocupado. La otra es la adicción a “la entretención”. Ni que hablar del impacto de la TV en esto. Por supuesto las actividades de aprendizaje no se consideran entretenidas en nuestra cultura, son más bien obligaciones a que nos sometemos cuando las fuerzas externas son muy intensas.
- La gravedad
La gravedad es una actitud que alguna gente asume cuando cree que sabe. La voz se hace engolada, la mirada muestra un cierto desprecio por el ignorante, las palabras son rebuscadamente difíciles y si es posible, se citan autores cada pocas frases. La risa está ausente. El dicho preferido de los graves es “la risa abunda en la boca del tonto”. Las interpretaciones sencillas sobre cualquier asunto son despreciables precisamente por eso, por sencillas. El conocimiento es asunto que no admite la emoción de la alegría. Han confundido su gravedad con la seriedad, olvidándose que en la seriedad hay lugar para la risa, sobre todo para la saludable capacidad de reírnos de nosotros mismos.
Quienes viven en la gravedad tienen, por supuesto, dificultades para admitir que no saben. Con su actitud generan serias dificultades para que otros aprendan: representan un modelo no muy atractivo de lo que nos ocurre cuando aprendemos. Quienes viven en la gravedad usan lo que saben como adorno o ropaje, sin poder ponerlo al servicio de otros. Confunden su ser con lo que saben. Alrededor de ellos la mejor política es alejarse.
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